En los albores del siglo XX arribó a Rosario procedente de la localidad de Centeno, José Viale, que por entonces era un chico de diez años.
Una vez llegado comenzó a cursar en el Colegio Comercial Anglo Argentino, aquel que regía don Isaac Newell. Allí descubrió de qué se trataba el fútbol. Cuentan que en uno de sus primeros días en el establecimiento, mientras los alumnos del colegio jugaban a la pelota, Pinoto, como se lo apodaba a Viale, observaba con curiosidad la actividad que realizaban los estudiantes. Atentamente seguía las instancias del juego hasta que se detuvo a mirar los arcos y preguntó para qué eran esos palos. A lo que le contestaron que los jugadores intentaban que la pelota entrara por ahí y quien más veces lo lograba ganaba el partido. Una explicación simple que el joven comprendió rápidamente. Tan bien lo entendió que en un breve lapso de tiempo llegó a ser el mejor jugador de la escuela. Luego militó en las filas de Newell’s Old Boys, donde fue campeón en el primer torneo de la Liga Rosarina en 1905.
Sus excelentes desempeños lo llevaron a vestir la camiseta de la selección Argentina, donde debutó el 15 de agosto de 1908 en el empate 2 a 2 ante Uruguay en Montevideo por la copa Lipton. El partido fue presenciado por siete mil personas y la formación del combinado albiceleste fue con: Wilson; J. G. Brown y M. Murphy; P. Brown, C. Buchanan y L. Vernet; Amadeo, M. Susán, A. C. Borwn, E. Brown, J. Rossi y José Viale. En la selección nacional disputó once encuentros y marcó cinco tantos.
Un episodio trascendental en su carrera se produjo el 20 de junio de 1909, cuando el conjunto inglés del Tottenham Hotspur visitó la ciudad de Rosario para jugar un encuentro amistoso ante el seleccionado de la Liga Rosarina. En el elenco local actuó el gran Pinoto, que tuvo una labor extraordinaria, sencillamente volvió locos a los defensores británicos con sus endiabladas gambetas. Al término del cotejo los dirigentes ingleses ofrecieron contratarlo. Viale rechazó la oferta y decidió seguir en Newell’s, ya que tenía un gran afecto por la institución que lo vio nacer futbolísticamente. Además argumentó que se sentía muy cómodo en la ciudad de Rosario. Todo un ejemplo de humildad y amor por la camiseta. Lució la casaca rojinegra por muchos años y fue considerado el mejor en su puesto de puntero izquierdo. Poseedor de una muy buena pegada y malabarista con la pelota, deslumbró al público con su juego vistoso y eficaz.
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