jueves, 5 de agosto de 2010

El primer clásico del profesionalismo y el penal más largo de la historia

Arturo Podestá acaba de convertir el penal más dilatado de todos los tiempos y toma la pelota para reanudar el juego.
Tras la creación de la Asociación Rosarina de Fútbol, el domingo 2 de agosto de 1931 los dos clubes más representativos de la ciudad se vieron las caras por primera vez en el nuevo marco del fútbol, que se había vuelto rentado. El encuentro se llevó a cabo en el estadio de Rosario Central, que contó con una numerosa concurrencia de público, que no quería perderse el gran choque. Cabe recordar que casi un mes antes se habían enfrentado por última vez en la Liga Rosarina. En aquella ocasión La Lepra se impuso por 2 a 1, por lo que existía un ánimo de revancha entre los hinchas canallas. El cotejo arrancó favorable a los rojinegros que a los 20’ lograron desnivelar el juego a su favor mediante un remate cruzado de Agustín Peruch que doblegó a Octavio Díaz y se transformó en la primera conquista de la tarde. Luego de esa acción la tribuna popular donde estaba ubicada la parcialidad visitante estalló en algarabía. No se alteró el marcador en los restantes minutos del primer período, por lo tanto Newell´s se fue al descanso con la mínima ventaja en su haber. En el complemento prosiguió la supremacía de Ñuls, que anotó un nuevo gol por intermedio de Ignacio González. Desde ese momento el ambiente se tornó bastante tenso, hubo algunas fricciones entre los jugadores que indicaban que la normalidad del cotejo podía alterarse. Cosa que finalmente ocurrió dos minutos después del segundo tanto rojinegro, en ese instante se produjo una jugada polémica que derivó en la suspensión del encuentro. La acción que desató los incidentes comenzó cuando Ramón Luna entró al área rival y al momento de sacar un disparo fue interceptado por Ildefonso Bureu, quien lo trabó. El delantero auriazul de todas formas pudo efectuar el remate que fue a parar a las manos de Gerónimo Díaz. Enseguida el árbitro Ángel Gámez sancionó la pena máxima, porque entendió que el defensor rojinegro había cometido una infracción. El penal no pudo ser ejecutado, debido a la incesante protesta de Alfredo Chabrolín, capitán de Newell’s, que se oponía a la sanción del juez. En tanto los jugadores locales insistían en que se pateara rápidamente. En definitivas se armó una gresca entre los protagonistas del partido. Chabrolín optó por irse de la cancha, medida que también tomaron los futbolistas de Central. En conclusión el encuentro se suspendió. Triste final para un duelo que prometía buen juego.
Posteriormente en una reunión del Consejo Directivo de la A. R. F. se resolvió reanudar el clásico, que comenzaría con la ejecución de la falta que originó los inconvenientes. Por tal razón el 20 del mismo mes se prosiguió el cotejo.
Nuevamente muchos aficionados asistieron a la contienda, cerca de veinte mil espectadores acudieron a Arroyito. Esta vez el réferi fue Humberto Scremín, que colocó la pelota en el lugar donde se patearía el penal, para que Arturo Podestá lanzara el disparo desde los doce pasos. Un intenso nerviosismo bajó desde las gradas hacia el campo de juego y una tremenda expectación se adueñó del estadio. Sonó el silbato del juez y Podestá lanzó el tiro que el arquero leproso rozó con las manos, pero Scremín ordenó la repetición del remate, alegando que Nazareno Luna, jugador canalla, invadió el área. Podestá volvió a efectuar el lanzamiento, que otra vez llegó a tocar el Oso Díaz, guardameta rojinegro, pero sin poder evitar que el balón besara la red y se transformara en el descuento auriazul. De esa manera se pateó el penal dieciocho días después de la fecha en que se tendría que haber ejecutado. Se podría decir que ese fue el penal más prolongado de la historia, incluso más extenso que el del cuento de Osvaldo Soriano, titulado El penal más largo del mundo (ambientado en un pueblito de la provincia de Río Negro en 1958), donde la pena máxima tardó una semana en llevarse a cabo. Aquí se demoró once días más.
Luego prosiguió el encuentro y el elenco visitante convirtió el tercero por intermedio de Galimberti, que puso el 3 a 1 final, con el que Newell’s se impuso en el primer clásico profesional de la ciudad de Rosario, que tuvo un desarrollo y epílogo dignos de ser publicados en una antología sobre cuentos de fútbol.
La síntesis Jugado el domingo 2 de agosto de 1931. Rosario Central: Octavio Díaz; Francisco De Cicco y Juan González; Arturo Podestá, Teófilo Juárez y Ernesto Cordone; Pascual Salvia, Nazareno Luna, Ramón Luna, Gerardo Rivas y Juan Francia. Newell’s Old Boys: Gerónimo Díaz; Ildefonso Bureu y Fermín Lecea; Alfredo Chabrolín, Alfredo Díaz y Antonio Denessine; Agustín Peruch, Napoleón Seghini, Ignacio González, Máximo Fernández y Pedro Galimberti. Árbitro: Ángel Gámez. Cancha: Rosario Central. Goles: 20’ Peruch (NOB), 24’ Ignacio González (NOB). Incidencias: El partido fue suspendido a los 26’.
Reanudación 20 de agosto de 1931 R. Central: Constantino Borio jugó en lugar de Teófilo Juárez, Evaristo Cerfoglio entró por Gerardo Rivas y José Borio suplantó a Juan Francia. Newell’s: Alfonso Etchepare reemplazó a Antonio Denessine. Árbitro: Humberto Scremín. Cancha: Rosario Central. Goles: 1’ Podestá -de penal- (RC) y 9’ Galimberti (NOB). Nota: Tras reanudarse el cotejo se jugaron los 64 minutos que restaban.
El arquero rojinegro Gerónimo Díaz atrapa la pelota ante un avance del delantero canalla Ramón Luna, que a su vez es interceptado por el zaguero Ildefonso Bureu (que en la foto aparece tapado). Fue la jugada que originó la suspensión del encuentro el domingo 2 de agosto de 1931. Luego se prosiguió el 20 del mismo mes.

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